lunes, 22 de octubre de 2018

Pasó, pasa, pasará (9)

Tras aquel incidente, tardé varios días en acostumbrarme a convivir con mi nuevo Köle. No solo al hecho de que me seguía a todas partes. Comenzó a encargarse de todas las tareas por mí.

Los días transcurrían siempre parecido. Nos despertábamos por la mañana, nos aseábamos, desayunabamos juntos, recogíamos, yo me ponía con mi manual y Köle limpiaba o realizaba otras cosas que yo le encomendaba. En la cocina instalé una pizarra con un calendario donde anotaba todas las tareas que se debían hacer, y enseñaba a Köle las tareas que tocaban realizar y cómo me gustaba realizar.

Después salía al los alrededores de la ciudad, a pasear, a ejercitar. Hay personas que adobran el deporte o no realizan ninguna actividad. Era obvio que Köle, necesitaba mantenerse en forma. Y yo también. Como no deseaba correr, le dejaba que él se ejercitase en el parque mientras yo iba a mi ritmo. Luego regresábamos a casa, parando en alguna tienda si era necesario. Se limitaba a acompañarme, ayudarme en todo lo que necesitaba y en una semana ya sabía incluso adelantarse a mis necesidades.

La comida y la posterior tarde asistiendo a alguna actividad cultural o ir al cine o simplemente quedarnos en casa viendo series o películas o entreteniéndonos con juegos de mesa. Cena, repaso de mi manual, irme a dormir a mi habitación y Köle al sofá.

Para alguien que había estado mucho tiempo sola, con unos padres que apenas podían encargarse de mí por sus trabajos y por otras circunstancias, y el hecho de que yo nunca había sido una persona muy sociable, tener una lapa constantemente me crispaba a veces por lo que había momentos en los que mandaba a Köle a ir solo al parque a ejercitarse y yo pasaba la mañana o la tarde sola en casa o salía por mi cuenta.

Por otro lado, debía reconocer que Köle era un activo valioso. Estuve tentada en investigar un poco y averiguar de su vida pasada y quién había sido. Era evidente que se trabaja de un sujeto simpático, carismático, inteligente y dinámico. Supuse que de aquellos que le habían apartado lo echarían en falta. Luego pensaba que era una pérdida de tiempo y que el pasado carece de sentido con la imposición del presente y dejaba estar el asunto.

Pensamientos muy ambivalentes a veces me distanciaban de mis vacaciones y mis quehaceres. De mi forma de vida que no cesaba de cambiar y prepararse para lo que me esperase al regresar a mi nuevo puesto de trabajo.

Para cuando el tiempo de mis vacaciones pasó, estábamos listos. Había terminado mi manual, estaba preparada para mi nuevo puesto y tenía adiestrado y personalizado a Köle y ya nos habíamos instalado en una casa donde los dos, imagino, yo al menos, nos sentíamos más confortables.

La casa, situada en la planta baja de un grupo de urbanizaciones de zona tranquila y clase media algo alejada del centro, se componía  de un salón junto a la entrada principal y comedor muy iluminado con salida a una pequeña terraza cerrada, una cocina, dos baños amplios con un dormitorio doble y otros dos dormitorios individuales, uno de ellos convertido en un estudio. Además del trastero y plaza de garaje. Un lugar apacible, cerca del metro, de las vías públicas, cerca del centro, cerca del trabajo, cerca... y conectado, pero perteneciente a la misma zona en la que residía antes. Importante, nunca salirse de la zona.

Aquella última noche, antes de comenzar la nueva rutina, decidí darnos un pequeño homenaje. Para ello, fuimos al mismo restaurante de la última vez y en esta ocasión en nuestra mesa para dos, decidí que Köle también se embriagase para ponerlo a prueba.

Nuestra conversación solía girar siempre entorno a temas de trabajo, a conocerle, a conocerme, a hablar sobre las cosas que me gustaban, mis ambiciones, mis opiniones... quizá fuese un poco monopolizadora de los temas de conversación, pero Köle siempre escuchaba, siempre atendía, y siempre aprendía. En aquella ocasión tratamos más temas de cine, series o temas muy superficiales.

Durante la cena, ensalada de aguacate, mago y fresas, después unas hamburguesas vegetales y finalmente tarta de queso acompañado de un buen vino, recomendado por la casa.

Sin café, pero sí marchando de allí con el estómago lleno, satisfechos y con la promesa de continuar la velada de diversión, Köle, se aseguraba, aún estando algo embriagado, de que nada ni nadie nos estropease el momento. De pub y alternando con discoteca, bailando, bebiendo, como cuando era más joven.

A altas horas de la madrugada, llegamos a nuestro piso. Me sentía cansada, aliviada de poder deshacerme de la ropa y zapatos. Me metí en la ducha, dejando que el agua y el jabón, limpiasen todo rastro de la diversión y la pesadez que pudiese sentir. Una vez limpia y con la mente menos embotada y cargada, me dispuse a salir, pero no encontraba la toalla. Al descorrer la cortina, ahí estaba Köle, toalla en mano, ya duchado y con una camiseta de manga corta azul y unos calconcillos a modo de pijama. Noté que estaba levemente turbado. Quizá por el alcohol, quizá por la condensación del baño, quizá, por el calor que había hecho durante el día, quizá...

Lentamente, perdiéndome en esos ojos tan hipnóticos, me dejé conducir, me ayudó a salir, me secó lentamente con la toalla. Me repetía a mí misma que no debía avergonzarme de que me viese desnuda, a fin de cuentas, Köle era mío, no se formaría una opinión de mi cuerpo y aún si lo hubiese hecho, no habría hecho comentario alguno. Supuse.

Me puse una camiseta larga que me llegaba hasta las rodillas y por una vez, dejé que Köle me condujese a mi habitación.
-Dona, pido permiso para permanecer en su cuarto esta noche.
-Hazlo si quieres, pero no molestes.

Köle, me ayuda a que me tumbe en la cama, lo que me hace pensar vagamente que estoy o aparento estar más borracha de lo que creo estar. En cualquier caso, él se tumba a mi lado.
-No molestes.
-No lo haré.

Recuerdo todas las veces que durante estas dos semanas y en particular esta noche, han observado a Köle como carnaza, como si deseasen poseerlo, como si deseasen quitarmelo. Pero Köle es mío. Pienso enfadada.
-Si aún continua molesta por ser observado por los viandantes, puedo quedarme en casa.
-Necesitas salir. Forma parte de tus necesidades. Eres un sujeto notable, es normal que te miren. No puedo, ni puedes, hacer nada al respecto- bufé furiosa sin ocultar que eso me molestaba.

Köle, me acarició la frente despacio, después retiró el cabello que se me había quedado en la cara. Permaneciendo boca arriba mirando al techo, deduje que por primera vez, sentía aquella cama grande, como lo que era, una cama grande. Köle, tumbado junto a mí, de costado, continuó vacilante, a acariciarme. Era agradable.

-¿No molesto?- preguntó dubitativo.
-No- resolvi agotada cerrando los ojos.
-¿Desea, que haga algo más?- trate de pensar, pero la pesadez del embotamiento resurgio de nuevo.
- Ummm....- balbucee sin saber que responder.
-¿Qué puedo hacer para que no se moleste por mi presencia? ¿Qué puedo hacer, para que me acepte completamente?- percibi  cierta urgencia en su voz que me irritaba.
-No sé de que hablas. Lo haces todo bien - susurre algo incómoda.
-Dona, soy suyo. Soy muy consciente de lo que soy. Me han programado para ello, mejor que a la media. Me gusta servirla. Pero percibo que no he logrado su satisfacción plena. ¿Le supongo un problema?
-Sí - conteste por inercia.
-¿Por qué motivo?- insistió.

Al principio pensé que se trataba parte de la adaptación que el sujeto-objeto hacia para con su dueño, para poder ser más funcional y mejor a activo, pero podia resultar, al menos en su caso, muy estresante.

-Pues, porque siempre he estado sola- trate  de contestar con la mayor brevedad.
-Ahora podría estarlo, podría prescindir de mí cuando desee - susurró con mayor inseguridad.
-Te necesito, además, conviene tener un apoyo en un mundo tan hostil como es esta empresa - barajé todo lo racional que podía en esos momentos.
-Cierto, pero me he dado cuenta de que le supone un problema que me observen, que me codicien. Aún sabiendo que me tiene, que soy de su propiedad, se disgusta y no lo manifiesta.  Sin embargo, yo lo noto, lo sé. He sido seleccionado cuidadosamente para servirla, para ser su apoyo, para serlo todo. Supuse, que enseguida me adaptaría a usted, que se pondría a disfrutar de mí, en otros sentidos, en todos los sentidos. Solo tiene que pedírmelo.  Mi sino, es cumplir su voluntad. Como tal, como todos, sino servimos a un propósito, mi utilidad se cuestiona, mi funcionalidad se resiente. Sé que lo necesita, que lo ha estado pensando desde el primer momento en que me vió.  Pero no comprendo porqué no lo ordena. ¿Por qué se resiste?  ¿Es porque no ha tenido otro sujeto-objeto antes y le incomoda?

-No sé que dices... me molestas... déjame dormir... - le solté enfadada sin llegar a escucharle del todo, ni entender lo que me estaba diciendo.

En ese mimomen me  besó y se colocó sobre mí haciendo que nuestros cuerpos se acariciasen. Sus gestos me sacaban de mi frustración, embotamiento y de repente, en mi mente se colapsó sin poder darle la orden para que se detuviese, como si realmente desease poseer de ese modo a mi sujeto-objeto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario