martes, 18 de abril de 2017

Alma Azul (1)

Lunes

- ¿Cómo te sientes hoy? – El joven lo contempla reacio, tumbado en el diván ergonómico de último modelo. No le gustan las sesiones, pero si quiere ser admitido y conservado en el programa, no tiene otra que aceptar.

En los últimos años, lo había tratado el mismo hombre. Era agradable, mayor que él. Mediana edad. Llevan un año con las sesiones. Se sentía incómodo. Aquel despacho se le hacía insoportable, angosto y lúgubre. Toma aire antes de decir su frase habitual. 
-Bien.
-Siempre dices lo mismo – el tono del psicólogo es amable, al igual que sus gestos.
-Lo sé- responde esquivo para no entrar en el juego de siempre. 
-Eso también es lo de siempre- el chico se revuelve en el diván.
- ¿Prefieres la silla? – la respuesta del chico no se hace esperar, niega despacio, prefiere no acercarse.

Le gusta poner distancia entre ellos, como si la mesa y el metro de suelo que los separa no fuese bastante. Mira al techo y cierra los ojos.
-No suspires. Eso es un cliché- aprecia un ligero tono de mofa en su voz, abre los ojos y ve como apunta algo en su libreta.
-Me da igual. Es una manera clara de decirlo todo y todo el mundo lo entiende -se encoje de hombros y evita por todos los medios encontrarse con su mirada. 
-Estás incómodo –la respuesta no tarda en llegar.
-Si- Es obvio, pero responde para tratar de evitar entrar en el tema que lo preocupa. 
-Te sientes inseguro-  aventura de nuevo su psicólogo. El muchacho toma aire despacio y se lanza.
-Más bien irritado– hace amago de levantarse, pero la mirada inquisitiva del psicólogo lo frena en seco.
-Entiendo que no te gusten las sesiones.  Por una vez me gustaría saber realmente cómo te sientes -tuerce la sonrisa algo frustrado, el chico se rinde e intenta complacerlo. 
-Vacío -el psicólogo apunta con interés. No le pregunta por qué, ya lo sabe. 
-Tienes que superar la muerte de tu hermano. En el programa es importante demostrar que sois capaces de enfrentar cualquier cosa- le explica aburrido el psicólogo.
-Yo soy capaz de superar cualquier cosa- le desafía el chico dando un puñetazo en el diván. Después recuerda algo, se levanta del diván. Se sienta frente a él en la silla y lo confronta. 
-Tú perdiste a tu esposa el año pasado y saliste del programa. Ahora trabajas aquí, haciendo ver que somos todos una pandilla de tarados. Cuando el que más loco está eres tú- el psicólogo ni siquiera se inmuta. Ahora es él quien suspira. 
-Todos necesitamos seguir adelante y mantener nuestro duelo bajo llave para trabajar. Yo sigo en el programa, no como activo, pero sí como tutor. 
-Quiero seguir en el programa. Así que, me siento vacío por la muerte de mi hermano y hoy estoy particularmente irritado. ¿Eso es todo? - golpea la mesa para sacarle de sus reflexiones. 
-No hemos hecho más que empezar-el joven regresa para acomodarse en el diván de nuevo. Ha perdido. Cuando el psicólogo le vuelve a preguntar lo mismo, opta por suspirar de nuevo lo que provoca la risa del psicólogo. El chico se limita a responder lo mismo una y otra vez hasta que finaliza la sesión. 

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