lunes, 31 de marzo de 2014

El encuentro



Un joven y una joven están sentados uno frente al otro en el tren. Cada uno está leyendo su libro. De repente coincide en que ambos terminan de leer. Dejan los libros al lado. Se ven aburridos pero de pronto sus miradas se cruzan y empiezan a mostrar interés el uno por el otro. En una de esas miradas contemplan el libro del otro. Sin mediar palabra ofrecen intercambiárselo. Se sumergen en la lectura y enseguida parecen estar disfrutando del libro. Él joven encuentra de repente en el libro de la chica una foto de ella con su novio. Ella encuentra dos billetes para un concierto y decide guardarse una de las entradas.  

El chico observa detenidamente la fotografía como si cayese en la cuenta de algo importante, pero ve al mismo tiempo como ella coge el billete, como lo guarda. La chica le sonríe con una tierna y pícara sonrisa. Ambos se contemplan con algo más que mera curiosidad. Sin embargo no hay palabras entre ellos.

Entonces él alza lentamente la fotografía y se la muestra. Sus mejillas se ruborizan y en la mirada de sus ojos estalla un dolor inconmensurable. Ella trata de coger la fotografía rápido inquieta, pero él con una educada sonrisa se lo impide, entonces le tiende la mano para que le devuelva la entrada.

Ella no duda y se intercambian los objetos en el más profundo y solemne silencio. Alrededor otros pasajeros se dedican cada uno a leer también libros sin portada, como los suyos, pero ninguno levanta la vista, ninguno hace amago de conectar como estos dos jóvenes lo han hecho.

Entonces retoman la lectura, él aún más intrigado que antes, mientras le lanza miradas a ella de soslayo con reconocimiento y pena. Ella lee divertida algunos pasajes, y avanza rauda, ávida de saber más y más. Mientras el tren se dirige a su destino.

Él termina el libro primero, parece triste pero en gran medida como si hubiese resuelto un misterio que lo hubiese mantenido en vilo. Se reclina sobre el asiento y mira a la joven como al leer, se da cuenta de algo muy importante. Su cara muestra horror, al leer el final, mira hacia todos los lados. Entonces centra su mirada de nuevo en el muchacho y él niega lentamente. Ella parece aliviada, a pesar de que el dolor, continúa estando latente en su rostro.

Entonces el tren se detiene, pero nadie hace amago de bajarse. Él se levanta, y le tiende la mano. Ella le mira confusa. Pero finalmente asiente y toma su invitación. La luz cegadora que hay en la salida no permite ver hacia donde se dirigen al bajar.

Mientras tanto, vemos un hospital, en una sala en concreto. Acaban de bajar a un chico a planta. Su madre llora desconsolada junto a él, que duerme y permanece inconsciente a la realidad. El muchacho presenta las heridas clásicas de un accidente de coche. Él ha tenido mucha suerte ya que el coche ha quedado destrozado.


La puerta ha quedado abierta, por lo que la brisa entra e invade toda la habitación para salir por la puerta. La misma luz cegadora del tren se mantiene presente en la ventana de la sala. Apenas se aprecia en el muchacho su respiración pausada, envuelto en cables y tubos que lo ayudan a sobrevivir. Su madre, sujeta la mano de su hijo pero no puede ser fuerte por él. El muchacho es exactamente igual que el novio de la chica, el mismo que el de la fotografía, pero parece que ha pasado tiempo de eso.

Entonces, entran la chica y el joven en la habitación, pero la mujer no hace si quiera amago de saludarles, de moverse o darse cuenta de que estén en el interior de la habitación. Ella corre hacia el muchacho herido, y se la ve sollozar. El muchacho avanza despacio, se coloca detrás de la mujer sentada en la silla y le pone la mano en el hombro, se agacha y le planta un tierno beso en la mejilla. Al momento la mujer se revuelve, pero continúa actuando como si no fuese capaz de ver a ninguno de los dos.

La chica acaricia al joven, como si tratase de despertarle. Entonces el chico responde, inquieto, como si tuviese frío. La madre se levanta y cierra la ventana y la puerta y vuelve a sujetar con firmeza su mano. La muchacha llorando, besa la frente del joven y entonces el muchacho reacciona de nuevo, se despierta algo sobresaltado sin poder apenas moverse por los anestésicos, murmurando el nombre de la chica. Ella sonríe contenta. El joven le pregunta a su madre que sucede, ella llama a la enfermera para anunciar que está despierto y no cesa de repetirle que todo irá bien. Entonces, el muchacho pregunta por su hermano mayor, el joven reacciona a su nombre y va hacia él. Pero no puede hacerle ver que está ahí. Por lo que se conforma con quedarse a su lado. La muchacha lo mira angustiada y apenada como si compartiesen en mismo dolor.

Llega la enfermera en el mismo preciso momento en el que la mujer le dice a su hijo que su hermano mayor está muerto. El muchacho, no reacciona al hecho de que su madre haya dicho que está muerto. Pero su hermano pequeño sí. Comienza a gritar como un poseso y a llorar desencoladamente. Entonces, el joven llora tratando de tocar a su hermano menor. Sin éxito. La muchacha tira de él. Lentamente accede y se marchan.

A continuación, mientras ellos salen lentamente hacia la calle, ella le pregunta si le odia por haberlo matado, ya que era el hermano menor el que conducía. Él le pregunta si ella no le odia por haber cortado, cuando ella le dijo que tenía sida.

Vemos el tren detenerse ante ellos, superponiéndose al paisaje que los mortales solo pueden ver. Es decir, la carretera, la acera, los edificios y la calle frente al hospital.

La puerta se abre, ella entra, dispuesta a pasar al otro lado, pero él le pide su libro, y ella se lo da. Corre hacia el hospital y regresa en un rato. Él sonríe cuando ve que ella le ha esperado y que ha rescatado el libro de él y lo guarda para sí misma. Ella le pregunta si el concierto estuvo bien y si se siente culpable de haber dejado a su hermano menor conducir. Él le contesta que todo estará bien, aunque se aprecia cierto temor en su mirada. Entonces ella sonríe, le tiende la mano y esta vez es él quien se la acepta. La puerta se cierra tras ellos y el tren desaparece.

Varias semanas después el hermano pequeño está en el cementerio, con el libro, es el diario de la chica, lo tiene sostenido fuertemente entre los brazos. Frente a su tumba le pide perdón, pero ella no está ahí. No obstante ella le escucha desde el más allá, a su lado está su hermano mayor, que también lo ha perdonado. Ambos lo contemplan desde el otro plano mientras el chico mira a la nada. Una cálida brisa recorre el cementerio cuando el joven se pregunta a sí mismo en voz alta, si ellos lo esperarán allá donde estén.






3 comentarios:

  1. ¡Hola! gracias por tu visita a mi blog, Suara. La verdad es que la obra de Monty Python estuvo bien, pero la encontré un pelín irreverente. Me gustó mucho más la de Gin y Toni. Es caro ir al teatro, así que sólo lo hago de vez en cuando. Un saludo, me alegro de verte otra vez

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  2. ¡Hola! uffff... vaya, un relato aciago, infausto, muy original, contado paso a paso, como a cámara lenta. Tiene emoción y pulso, con ese final tan devastador..... me ha gustado. Me alegra que sigas escribiendo. En cuanto a mí, he publicado ya en libro digital tres novelas largas y trabajo en dos más que espero subir a www.amazon.es a lo largo de este año o el siguiente. Un saludo!!!!!!!!!!!!!

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  3. HOLA VICTOR!
    Yo apenas voy, pero si tengo ocación...si, de cabeza. Por cierto Me alegro mucho!! Puedes publicitarlas aqui si quieres!!!! Tranquilo, seguire comentando, ahora ando un pelin atareada!
    Gracias por tus buenas palabras sobre mi trabajo! Pero donde la presente, no la entendieron y le pusieron muchas y muchas pegas, asi que da gusto ver que al menos a una persona si le ha gustado.
    Hasta pronto!

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